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Virgen y mártir de Nicomedia (en la actual Turquía) que padeció el martirio, mas no la muerte, a la tierna edad de nueve años. Según señalan las escasas noticias que de ella se conservan, durante la persecución de Diocleciano y siendo gobernador Alejandro, Basilisa venció con divina fortaleza los azotes, el fuego y las fieras, y ya libre de la tortura, puesta en oración entregó su alma al Creador.

 

El gobernador Alejandro tuvo conocimiento de que Basilisa -entonces de tan sólo nueve años de edad-, era cristiana y trató en un primer momento, de dulce manera, que la niña rindiese culto a los dioses.

La constancia de Basilisa confundió al gobernador, que mandó abofetearla, azotarle con varas, derramar sobre su cabeza azufre y plomo derretido, y otras tantas terribles torturas más.

Sin embargo, esto no causó ni la menor impresión en la pequeña, por lo que se ordenó que la echasen en una gran hoguera de la cual salió completamente ilesa con tan sólo haber hecho la señal de la cruz.

Con una última tortura creyó Alejandro acabar con la vida de Basilisa, que fue entonces arrojada a los leones pero éstos la respetaron.

Admirado y estupefacto por tantos y tan grandes prodigios que nadie de los espectadores paganos podían explicar, el infame juez pidió perdón a Basilisa y suplicó que rogase a Dios por él.

 

SANTA BASILISA

La niña, que había sido preservada por Dios de todo mal, exhortó al ahora convertido gobernador Alejandro a abrazar y ser constante con la fe cristiana y para ello le presentó al obispo Antonio.

Los escritos señalan que tras su martirio, que gloria a Dios no terminó con muerte, Basilisa abandonó la ciudad y estando de camino se sintió con sed y se puso a orar; entonces de las rocas brotó un manantial. Habiendo saciado su sed, y de rodillas sobre las rocas, pidió al Señor que la recibiera en su paz.

Así, tranquila y bendiciendo a Dios, murió esta santa niña. Enterado el obispo Antonio de su muerte, le dio cristiana sepultura y levantó un monumento a ella dedicado en el lugar donde brotó el manantial.

Introducida su memoria en el Martirologio Romano, le conmemoramos el 3 de septiembre.

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