SAN CIRO DE TARSO
Hijo de Santa Julieta, mártir, cuando él era apenas un niño de 3 años su madre fue sentenciada a muerte en Tarso durante la persecución a los cristianos bajo el régimen de Diocleciano.
Cuenta la leyenda que habÃa en Tarso, TurquÃa, un juez llamado Alejandro cuya felicidad mayor consistÃa en condenar a los cristianos a la pena de muerte.
Ciro, que tenÃa sólo cinco años, se le metió en la cabeza que querÃa ser mártir. El ejemplo arrastra más que las palabras.
Un dÃa que habÃa audiencia pública, se presentó ante el tribunal. Se deslizó por la escalera y llegó justo al lado de Alejandro. Le gritaba a los oÃdos:"Soy cristiano".
Echando imaginación al hecho, hay que suponer al juez y a su lado un niño que le dice que era cristiano. Se llenarÃa de extrañeza y los mismos verdugos de espanto.
En seguida pusieron orden, callaron al niño porque estaba blasfemando contra los dioses del imperio.
Pero el niño no se callaba. Es más, cuanto más le decÃan que se callara, más gritaba. Era ágil como un gato. CorrÃa, se escondÃa en los muebles o detrás de las estatuas. Y cada vez gritaba más fuerte:"Soy cristiano". El juez, harto de escucharle, mandó que lo atrapasen. Ya en su presencia, lo cogió como si fuera un gato, y lo estrelló contra los muros.
No se dice nada si Alejandro se volvió loco o se suicidó por tamaña afrenta. Más tarde, Ciro se hizo muy célebre entre todos los cristianos por haber despreciado a uno de los tiranos más grandes de aquel tiempo.
Sus reliquias se llevaron de una parte para otra. A Francia llegaron bastantes. Y de aquà le viene el nombre a muchas localidades.